Cara a cara con una enfermedad despiadada
Día a día, año tras año, logró dedicar su mente a investigar y explicar los grandes misterios del universo como la formación del espacio y los agujeros negros.
Gina Sacasa-Ross
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A los 21 años de edad, Stephen Hawking, un joven inglés (Oxford, 1942), fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una rara enfermedad que ataca las neuronas responsables de controlar el movimiento de los músculos voluntarios. Conocida por pocos, es causa de depresión para los que la padecen, porque saben que la afección empeora lentamente y los convertirá en desvalidos, totalmente dependientes de la ayuda de otros. La muerte frecuentemente ocurre al cabo de 3 a 5 años después del diagnóstico.
Luego del primer impacto, el joven británico escogió afrontar el diagnóstico con valentía. Ben Sztajnkrycer relató en el libro “Stephen Hawking and The Universe: A Biography”, cómo Hawking le había contado: “…poco después de salir del hospital, soñé que iba a ser ejecutado” y “de repente me di cuenta de que había un montón de cosas valiosas que podía hacer si se me indultaba... Aunque una nube colgaba sobre mi futuro, descubrí, para mi sorpresa, que estaba disfrutando de la vida más que antes”.
Hawking optó por procurar vivir la vida como cualquier otro joven de su edad. Se enamoró y se casó, tuvo hijos. Encontró en esos años fundamentales “razón para vivir”. También continuó sus estudios de posgrado en la Universidad de Cambridge, donde se especializó en Física Teórica y Cosmología, dando así rienda suelta a su pasión por la ciencia que lo llevó a ser conocido como el científico más brillante del mundo moderno.
Día a día, año tras año, logró dedicar su mente a investigar y explicar los grandes misterios del universo como la formación del espacio y los agujeros negros. Aunque pocas veces hablaba en público sobre su enfermedad y más bien parecía querer olvidarse de ella, sus metáforas relacionadas con fenómenos astronómicos son un mensaje de esperanza, ánimo y valor para tantas personas que diariamente enfrentan una batalla tratando de llevar adelante simples proyectos de la vida cotidiana.
“Los agujeros negros no son tan negros como los pintan. No son prisiones eternas como alguna vez se pensó. Las cosas pueden salirse de un agujero negro desde ambos lados y posiblemente hacia otro universo. Entonces, si te sientes en un agujero negro, no te rindas: hay una salida”, dijo el físico.
También manifestó: “Si estás incapacitado, es probable que no sea tu culpa, pero no es bueno culpar al mundo o esperar que se apiaden de ti. Uno tiene que tener una actitud positiva y hay que hacer lo mejor que se pueda de la situación en la que uno se encuentra; si uno tiene una discapacidad física, no puede permitirse el lujo de estar psicológicamente discapacitado también”.
Además, recomendó cultivar el sentido del humor. “No importa cuán difícil la vida pueda parecer, porque pierdes toda esperanza, si no puedes reírte de ti y de la vida en general”.
Esa actitud lo hizo vencedor. Stephen Hawking murió a los 76 años de edad (marzo 14-2018), 55 años después de ser diagnosticado con ELA.
*La autora es escritora nicaragüense,
residente en Tampa, EE. UU.
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